17/7/08

HACER UN PUEBLO

Es el momento de deshacerse de los relojes que habitan las venas, las células estructuradas del cuerpo que limitan el ser. Es el momento de hacer un pueblo a partir de nuestra sangre ida. Es el momento de ejercer la voluntad y el deseo unidos en fusión orgásmica. Las reinas inmortales no existen, y el brillo de los ojos empieza a apagarse si no lo alimentamos con la savia que restaura el ritmo de la vida. Es en un destello. Es en un leve parpadeo que apenas se percibe. Empezar a percibir detrás de las palabras, en el silencio que no se nos permite, bajo la capa de realidades externas a la esencia, sumergirnos en un buceo vertical aunque sintamos ahogarnos; todavía hay oxígeno en la sangre siempre que vayamos más allá de nuestra cáscara.
El eje no desaparece, sólo se oculta tras velos de miradas, opiniones y mucha imaginería equivocada. Hacer dioses de lugares comunes no es una meta placentera para seguir viviendo ahuecados, desintegrados y faltos de armonía. Hagamos de nosotros un espacio saludable, un refugio que nos habite siempre inalterable.