que mastico y no
digiero.
No lo sostiene mi
lengua.
Intento detener
su viaje en mis venas.
Invade voraz mi
estómago.
Me acecha entre
los muslos.
Alivio.
Descansa sobre la
mano.
Regalo del mar
que aligera mis aguas.
Tranquilidad
infantil
en la cueva
marina.
Otra vez ácido en
la garganta
la cortina de
acero en las pupilas
el hedor en la
nariz
el pelo eléctrico
que danza cruel.
El pez de
silencio asoma.
Me exhibe.
Ama las paredes
frías
la muerte de la
palabra
la ira del padre
demoledor.
Desafía mi
vientre.
Ríe espantoso y
soberbio.
Me exhibe
en la calle
universal
de los
desamparados.