21/3/10

LA PALABRA NO ALBERGA

La palabra es un recipiente
impropio
un pozo seco donde cae el dolor
el no haber sido y el ser.
El fui, el soy, el seré
no caben en vocales, letras
sólo caben en humedad
en un árbol, el mar y el cielo
o un día de luz montañoso
en las rocas maduras de las cimas.

La palabra es un signo
insuficiente
inhabitable
donde se orfanan la inmensidad
de los ojos
donde la lengua no encuentra
el hilo conductor
la lógica es una cara vacía
ante tanta sangre
la luz del exilio que oscurece
sólo se refleja en las pieles
de los que no dicen
los que callan
los que hablan la oquedad
de sus brillos falsos.

Sin eje sólo resta esperar.
Cuando pase la tormenta
quedará el ser desnudo
bajo el cielo inequívoco
caminos posibles
pies hacia el día
una manzana fresca
un olor desde muy lejos
que fortalece los huesos
que alinea la columna
donde la palabra no tiene dominio.

Algo puede quedar
el amor bajo capas de células
el amor único
blandiendo una espada
que atraviesa las letras
la carne y los ojos desnutridos.

Algo puede quedar
después del dolor
las venas expulsan muerte
las venas fluyen en sangre
en hilos de luz
en hilos que se sumergen
y emergen
atravesando el mar
tendidos al cielo.
El cielo no puede esperar.

QUIROFANO


Boca arriba. Las luces de los pasillos se suceden como en una autopista. Carrera al quirófano. La bolsita de suero que pasa gotitas a mi sangre a través de la aguja incrustada en mi vena está sobre mis piernas. El camillero apoya su carpeta sobre mis pies: me convierto en mesa. Me suben al ascensor y bajamos al subsuelo; luz blanca, luz amarilla, luz blanca sobre mis ojos. Llegaron. Intentan pasarme como una caja pesada por una ventana estrecha; la camilla se traba y me sacuden, hasta que me hacen pasar. Llegó la mercadería sana y salva por ahora. Todos están de verde y adentro del quirófano cada vez son más, como insectos que van a devorarme, pululan enfermeras, anestesista, instrumentadoras, médicos. Todos tienen cara de estar trabajando en la rutina de abrir cuerpos. Están seguros, como si Di-s no existiera. Me entran a una sala y semidesnuda paso a otra camilla -mesa de operación-. La radio está prendida y suena la voz cálida de Baglietto; sólo falta el mate y los bizcochitos de grasa. El anestesista, cortés y profesional, se presenta. Pero acá no soy más que un cuerpo en la sucesión cotidiana. Un cuerpo más para investigar. Espero ver una cara conocida. El único insecto que me saluda y me pregunta mi nombre es una enfermera con cara más maternal -habrá visto mi cara de susto- ¿Te diste la antitetánica? Tal vez, en mi última visita al quirófano, hace 6 meses. -No importa, me dice; igual todo pasa por el mismo tubito. Droga más, droga menos. Al fin llega el director de orquesta con el barbijo puesto y sin decirme nada me mira con ojos tiernos: el médico que me opera, al que sólo vi dos veces en mi vida. Ya no pienso y me entrego a todas esas manos y mentes de hombres-insectos. Por lo menos una cara conocida. El reloj marca las cinco. No me avisan nada, empiezo a marearme, y entro en un desmayo, comparable más a la muerte que al sueño. La anestesia hizo su trabajo.
Semiinconsciente, miro el reloj: las seis menos diez. Siento que me llevan en carrera por los pasillos de nuevo a la habitación. En un segundo llegué, pero no, estoy dormida; las imágenes se suceden como fotos, pasó más tiempo, y me muero de frío, los dientes me castañetean y mi esposo se sonríe al verme temblar; me tranquilizo. Es como volver a nacer, la conciencia está confusa y no discierne sino por sensaciones. Me pasan a la cama y me abrigan bien. Me asusto por no ver todavía al director de orquesta. Por fin llega, empieza a contar qué encontró pero no puedo mantenerme despierta, la anestesia todavía me gobierna y quiero escuchar el veredicto, pero no puedo. El director de orquesta y su segundo van a la antesala de la habitación y allí se dilucida el diagnóstico. ¿Por qué se van? ¿Tengo algo grave? Pero la anestesia no me deja asustarme mucho. ¡Estoy escuchando todo! grito. Hay que hacer tratamiento por tres meses con medicación ¡Chau quirófano!

DESPUES DE LA IRA

Abrir la mente
con un cuenco de flores
en este ir y venir entre Vos y la tierra.
Esta fuente cerrada
me succiona desde el ombligo
y me arroja entre Tus paredes de fuego
a veces luna o brisa de noche.
Esta fuente cerrada
muestra su brillo obsceno
en una carrera cíclica
en el vaivén de los días
cuando ningún muerto puede sonreir
por nuestros actos.

Quién puede
verter el fuego de la ira
sin que se note
sin que la tierra sepa
qué poco nos queda
y cuánto
en el ser íntimo
después de la ira.

LLEVAME

Di-s.
Llevame a Tu gota inicial
de donde extrajisTe mi alma
allí donde hay nada
donde sólo Vos.
Para qué este mundo
qué agujero más grande
donde me arrojasTe
para que viva.
No quiero más que
volver a Tu Abrazo.

Llevame a Tu Fuente
Di-s
no me desintegres en vida
Di-s
tené misericordia.

EL PERDÓN

El perdón se desliza por el cuerpo
en dos alas que buscan el hueco de inserción
suaves y lánguidas se acomodan
en la espalda
y me sumergen en un cálido vaivén.
Comienzan a elevarme y vuelo
en la mañana de luz azul
sobre la ciudad y los árboles
sobre mi casa y las horas desiertas
o pobladas de voces.
Hay un fin de la oscuridad
un llamado del mundo lumínico.
A lo lejos veo un derrumbarse
de muros y polvo.

SURTEN EFECTO

la frialdad de la gente
sus miradas esquivas
en la fuente del no amor
mueren de inanición
en su propio vacío cónico
se deslizan en su punto virtual
hacia la nada
con un roce fingido sonríen
surten efecto
quieren dominar el entorno
empastan el día y sus semiluces
llueven las certezas sobre el cielo
lo escupen
lo embarran de mediocre materia
lo aprietan y lo reducen
a un día más fuera del almanaque