21/3/10

QUIROFANO


Boca arriba. Las luces de los pasillos se suceden como en una autopista. Carrera al quirófano. La bolsita de suero que pasa gotitas a mi sangre a través de la aguja incrustada en mi vena está sobre mis piernas. El camillero apoya su carpeta sobre mis pies: me convierto en mesa. Me suben al ascensor y bajamos al subsuelo; luz blanca, luz amarilla, luz blanca sobre mis ojos. Llegaron. Intentan pasarme como una caja pesada por una ventana estrecha; la camilla se traba y me sacuden, hasta que me hacen pasar. Llegó la mercadería sana y salva por ahora. Todos están de verde y adentro del quirófano cada vez son más, como insectos que van a devorarme, pululan enfermeras, anestesista, instrumentadoras, médicos. Todos tienen cara de estar trabajando en la rutina de abrir cuerpos. Están seguros, como si Di-s no existiera. Me entran a una sala y semidesnuda paso a otra camilla -mesa de operación-. La radio está prendida y suena la voz cálida de Baglietto; sólo falta el mate y los bizcochitos de grasa. El anestesista, cortés y profesional, se presenta. Pero acá no soy más que un cuerpo en la sucesión cotidiana. Un cuerpo más para investigar. Espero ver una cara conocida. El único insecto que me saluda y me pregunta mi nombre es una enfermera con cara más maternal -habrá visto mi cara de susto- ¿Te diste la antitetánica? Tal vez, en mi última visita al quirófano, hace 6 meses. -No importa, me dice; igual todo pasa por el mismo tubito. Droga más, droga menos. Al fin llega el director de orquesta con el barbijo puesto y sin decirme nada me mira con ojos tiernos: el médico que me opera, al que sólo vi dos veces en mi vida. Ya no pienso y me entrego a todas esas manos y mentes de hombres-insectos. Por lo menos una cara conocida. El reloj marca las cinco. No me avisan nada, empiezo a marearme, y entro en un desmayo, comparable más a la muerte que al sueño. La anestesia hizo su trabajo.
Semiinconsciente, miro el reloj: las seis menos diez. Siento que me llevan en carrera por los pasillos de nuevo a la habitación. En un segundo llegué, pero no, estoy dormida; las imágenes se suceden como fotos, pasó más tiempo, y me muero de frío, los dientes me castañetean y mi esposo se sonríe al verme temblar; me tranquilizo. Es como volver a nacer, la conciencia está confusa y no discierne sino por sensaciones. Me pasan a la cama y me abrigan bien. Me asusto por no ver todavía al director de orquesta. Por fin llega, empieza a contar qué encontró pero no puedo mantenerme despierta, la anestesia todavía me gobierna y quiero escuchar el veredicto, pero no puedo. El director de orquesta y su segundo van a la antesala de la habitación y allí se dilucida el diagnóstico. ¿Por qué se van? ¿Tengo algo grave? Pero la anestesia no me deja asustarme mucho. ¡Estoy escuchando todo! grito. Hay que hacer tratamiento por tres meses con medicación ¡Chau quirófano!

2 comentarios:

DiscursoBravo dijo...

Jaja,
Justo en 4 dias me opero de una hernia.

Laura Alperovich dijo...

andá confiado, y que te sea leve, éxitos!