25/1/13

EL CIPRES

La belleza del ciprés
su callada cadencia hacia el cielo
dice su idioma
en el correr de días y noches
se vuelve único en su ser
en verde-vida fluye
erguido y humilde
busca la luz.

20/1/13

DESTINO DE MIS PIES


















Destino molar el de mis pies,
arraigan despacio y hondo

endurecidos y ondulantes

sobre tu cáliz,

entre huellas inocentes

de la tarde

cuando caen los símbolos.

Las nubes desplazan horizontes

y el fulgor de la piel

desliza el crepúsculo

hacia el mar.

  
Destino breve el de mis pies

sobre tus playas.

La ballena hambrienta

no sabe si reclama el alba.



            El árbol caído

            engendra nuevas raíces.



Destino errante el de mis pies

cuando llegan a tu costa.

Su vientre de pájaro dorado

sugiere la mañana del bosque.

Y aún no descansan

cuando tu boca toma

el sutil alimento

y los huesos celebran

otro despertar.



            El niño en la mañana

            crece con el viento.



En las nubes de la noche

sacrifico mis pies.

El don seguro de mi carne

sobre el mundo.


SAN SALVADOR DE BAHÍA

















El calor como estatua.
Anclas en las manos
empuñan estas calles
atan piernas de piedra.
Pesadas como fósiles
abismales, de canto hondo.
Llaman al pez azul
a lo más profundo
hacia hilos subterráneos.
Caras blancas sobre negras
la misma sangre.
El calor sostiene la ciudad
sus ventanas solas
acompasadas en su ritmo
de pimientas y orixás.
El agua pretende conquistar
ese humus atado con fuego
ese nudo de tortugas
que sumergen sus huevos
de arena blanca.
Caparazones tórridos
y huesos ondulantes
hacia un África roja.
Y el calor es alimento.
Una sola madre
sostiene tantas madres.


13/1/13

LA PIEDRA AUTÉNTICA



              I

Hoy la lucha se invierte.
Todo gira en el epicentro.
El cráter da a luz
en la oscuridad.
Ya no hay flores
en la génesis de la palabra.
Ahora clavos herrumbrados
sostienen el encuentro.
El mapa que no existe.
El papel arrugado en la basura
emite ecos de vacío
una cara efervescente
ojos que marchitan sus pupilas
centros de luz alunada
entre despojos y vísceras.
El fusil anuncia la mentira.
Dispara al ídolo de hierro.
Su muerte
            hoy
                        es mi palma.

              II

La desnudez me agobia siempre
en la pared expuesta
con lágrimas de noche-estrella
pirámides abiertas en la luz.
Desde el túnel en espiral
            hacia el sol
desnuda de huesos
sin brújula
me busca la muela
me hiere el junco erecto.
El disparo certero
en la desnudez
             del parto
cegó mi día.

             III

La partida fue el amor
esa verosimilitud del ser.
Una fauna recia en el monte
el árbol en la cima.
Pero el vástago murió.
Ataúdes en el centro de la tierra.
Piadosos besos
para los niños no nacidos.
Hoy descanso
sobre el holocausto de abejas.
La mano se estira
hasta el primer rocío.

             IV

El olvido busca
los párpados
con anclas feroces.
Ahora despierto
para atesorar jóvenes anillos
o caracoles de agua tropical
sin semen urgente
sin numen agitador.
El látigo crece entre mis huesos.
Mis mejillas no se atontan
no se rinden en esta lid mis ojos.
Crezco con la violencia de uñas
que rasgan mi pared
y alumbro hijos de materia nueva.
Alguien me dijo
            “la evolución”.
Entre cristales colgados
en el brillo de la tarde
            la piedra auténtica.

Sobre ella estoy
            y permanezco.

LA PIEDRA FEROZ II



Hoy destierro
mi piedra feroz.

Renuncio
a esta manera de embrutecer el sol
de anular el trazo de la nube
que a la vez me niega.
Arranco
este fastidio sin reposo
el ciclo de fieras regresivas
que no detienen su obsesión
de la muerte diaria.

Sumerjo la mano
en el agua estancada
para estrangular mi otra mano
aquella de los signos sin relieves
aquella de las líneas inconclusas.

Y digo no
a los filos que aún me acosan
el agujero de espera en la cama
el círculo estriado de piel muerta.

Se levantan las piernas.
los pies se afirman.
Los falos despiertan para nutrir vulvas
y sangre y ojos en el ala nueva.
Cadenas de huesos
abrigan el sol.

Proclamo el no
más allá de sus letras
en la noche de pupilas blancas
para que todos oigan
los de pies vírgenes
los de pies duros
los de espaldas tórridas
los de vientres yermos:
                        la espera en la ventana
                        trae muerte.
                        El amor sólo nutre
                        al que lo deja fluir.

Hoy te destierro.
Te prohibo la luz.
Edifico el no
en el último combate.

LA PIEDRA FEROZ I



Te exilio.
Te obligo con látigo
a irte de mí.
La garganta escupe
la piedra feroz.

Te exilio
a tierrras yermas
sin vertientes
rocas de filos acerados
sin ramales verdes.

Te exilio de mis uñas
para que no habites
mis huesos
mis númenes
mi letargia austera.

                        sin flores
                        sin piélago nocturno
                        ni almácigos de manos
                        para exiliarte de todo
y sin furia

                        sobre todo y siempre
                        sin furia

ni amor.

Te exilio
a la muerte
de los indignos
sin perdón
ni alivio de lluvia.

Quedo en una onda de agua
en la estela nebulosa
en el faro salvador
sin la piedra que anula
ni el desamparo falso
de los necios.
Las céluas celebran
el día después de la guerra.

Piedra exiliada
sin furia
sin amor.





11/1/13

EL DON



En la mesa un don que no conozco
aturde el borde de la mano.
 
Hay un guiño ensimismado
en la apertura de la pupila
allí donde cabe el ala
el dominio del cielo
la tormenta del nervio.
 
La palabra es líquida dentro del jazmín.
Ella-alguien lo intuye
dormido en el musgo de las venas.
 
Allí florece el don.
 
Un día de luz
sin el clavo encefálico.
 
Allí respira
             el centro del aire
y en hilos
los pies se deslizan
asilados en una ola
sin intemperies.


LA PAUSA



Me extiendo sobre tu frente
entro en sus intersticios
sus nudos los míos.
             
            Llevo mi prontuario
            inscripto en los huesos
            como reliquia
            inseparable de mis arideces.
            Intento aliviar
            su lluvia atroz
            con dos manos extrañas
                        tuyas
                                    -se alejan-
            Esta lluvia quemante
            de delitos y rituales
            no se detiene.
 
Pero hago una pausa
en la carrera enloquecida
de manos que agarran pelos
y sombras de ojos dados vuelta.
 
Respiro el movimiento
de mis pies en la vereda
de mi pelo tejido con el viento
y los brazos en búsqueda
extensa de las nubes.
 
Mi estómgao achica
su voracidad
su manía de tragar piedras
o disfraces de estrellas.
 
Ahora espero
esa sutil recompensa
de lo cotidiano.
La mesa me habla
de mi tierra y mis pies.
En la biblioteca
la quietud.
El regusto de lo viejo
asimilado me llama.
 
Es mi pausa.
Mi descanso
en soledad
de paredes acompasadas.
Ritmos que nadie aprecia
aquí presentes
me enderezan y despiertan.
 
No postergo nada.
Incertidumbre
que nunca me permito
La noche inacabable
y las horas lentas
antes del parto.
 
A lo lejos oigo
un movimiento de volcanes.
Pero aquí todo está calmo.
 
El cielo permanece
y mi guarida se abre.

EL ENJAMBRE



La garganta atesoró
un enjambre
de luz mítica
en huevos
de transparencia.
Fresco nido
apurado en el vientre
abrigo en el ojo-niño.
Pez de sola sombra
en la noche de la vena.
El enjambre parió
desde las uñas.

8/1/13

CUERPOS DE AMENAZA



La diversidad del mundo inscripta en un cuerpo-hombre buscador de cuerpo-mujer. El día entre la noche. Fingidas voces sobre las que siempre se tejió la misma historia. Otro cuerpo, el mismo hueco rojo que late, el mismo éxtasis y la misma boca –pero cuántas almas caen de otro modo, el lenguaje de sus manos-pájaros, diferentes vibraciones del cosmos-. El pretende una hembra más, una selva nueva en sus labios, otro exquisito fruto en su virilidad. Y que nada trascienda los cuerpos, sólo la tarde en una casa elegante, y nada del sol ardiente en el ocaso, bola quemante en los edificios del monstruo-ciudad. Y no se llegue al abismo ni al mar, ni suceda muerte y nacimiento. Y jamás la mañana en la humedad del amor. No sabe que sus pequeñas muertes se aproximan en los nuevos cuerpos de la mujer.

UNA RÁFAGA SECA




El amor no es sino esta ligereza de mis manos sobre tu cara al entender tus frondas y ese líquido verde profundo que vertís en mis venas y vuelve en un caudal de día nuevo. La fusión es fundacional, y sé que luego no es más que una sombra de pájaro o una ausencia de gato en la ventana. No querés conservar nada mío a mi partida. Una ráfaga seca se apodera de mi cuerpo y me tumba en plena calle; debo levantarme y luchar con ella, devolverle su voz atronadora y sepultarla cuadras atrás para que no me siga. Otra vez libre, y sola. Aquella cocina y aquella pared  que me aprisionaban ya no existen y sin embargo pesan en mi manso fuego de hoy. Quisiera la pureza de no arrastrar las voces áridas, de no llover más delitos sobre las caras que se aproximan con una nueva sentencia. Debo limpiar toda esta vereda que desconozco y ser llana en tu nombre.

6/1/13

FASES



I

La noche. Cubierta de una nube blanca y densa. En el fondo de la habitación el cuerpo habla. La piel disemina mariposas, estrellas o lombrices en el aire. Resplandecen en la oscuridad como si el mundo acabase en la corteza de las cuatro paredes. No existe la luz. Sí la pureza. Negra. Esa nube, los cuatro miembros en entrega del reino subterráneo y untuoso. Lluvia de temblores, de ínfimas miradas que nadie osa profanar. La instantánea del amor se viste a veces de una santidad fugaz. Y nada existe en su límite, sino en su raíz. El océano fusionador de los cielos cuelga de la boca.

II

La tristeza ilumina las caras. Los gestos revelan una languidez propia. Ese aire que me rodea, esa humedad de la tarde, de la única luz vespertina, caen enteros sobre el cuerpo. Nada mide mi paso más que el núcleo de largas horas lluviosas frente al mar. El mar que todo lo lleva, lo anega, lo arrebata. El mar anuda mis ojos sobre las manos y los suelta, esferas videntes en el agua. Deshace los hilos óseos y los tejidos orgánicos. Los frutos pudren sus carnes a la orilla lavándose en tormentas. El agua reina muta mis miembros, los castiga y ama, los mece en una cuna mortal. La llanura del agua en el pelo ondula con un  vaivén verde cobrizo áureo en una conjunción de algas. Y los peces y moluscos blanden sus cuerpos suaves bajo mis pies, como arma poderosa que requiere el silencio. Los pies, blancos y traslúcidos sobre los ojos, surcados de venas de agua, recibirán el beso último de la luz.

III

Crepúsculo. En la medianía de mi cuerpo descansa la mujer que ama. Surca el cielo hasta el sol. Las alas son de bronce transparente, y lleva violetas en los tobillos. Del último invierno. Los pájaros la saludan acompañando su ritmo curvo. El aire afila sus rasgos en golpes sabios. La mujer que ama despliega sus armas aéreas al final del viaje. Teme la herida de los muros en las montañas. En una maniobra audaz traza el horizonte. El mundo llueve nidos hacia el cielo y ella los reúne en su útero.











EL ANIMAL




El animal brota en la piel y crece. Agigantados sus colmillos por el hambre desgarra la ciudad que ayer frecuentaba desde nuestras manos. Rasga mi cuerpo hasta el corazón y me lo quita. ¿Lo ves? ¡Ja! Casi no podés creer, eso que amaste, un pedacito de carne sangrante en las garras de mi fiera. Fiera-destino come su obra primigenia, llenando su estómago de luchas y fusilamientos en plena cama, donde libramos cada combate con nuestros sexos, y lloramos como locos, y reímos como desahuciados. Ahora la bestia me mira furtivamente, parece que quiere arrancarme las manos; pero no, vuelve en su asombro porque el corazón palpita por sí mismo, y sólo mira estupefacta descansando sobre sus ancas.
Reina un silencio sepulcral. Los tres miramos las sístoles y diástoles casi fuera del cuerpo. El animal bosteza, se sacude y empieza la retirada. Nosotros nos tendemos, fatigados en extremo, mientras mi corazón –¿mi corazón?- crece en un ángulo de la casa.