I
Indago el modo más sutil de muerte,
elijo esta dualidad de ser y no ser.
Las ferocidades del mar abren
mi última puerta hacia el dolor.
Y la planta me ayuda:
existe esta conciencia vigilante
y el doble que ruge en el eje.
Las suavidades aromáticas de la carne
el plexo en el cielo y en la tierra,
el estallido de la génesis arrullan
esta pequeña muerte.
En la
ventana insípida de la casa
el valle verde late
en la mano.
Un bosque de isla es el corazón
y la sangre para todos mis caídos
surge en la fisura de los muros
exhibiendo los cadáveres frescos
sus manos en devoción, aún tibias.
La inasible dualidad amante
viaja en la médula y estalla
a través de ínfimos poros del ser:
-Retiren
los cuerpos del piso, señores.
II
Las almas sudan su clamor
y huyen en pájaros de fuego verde.
La quietud del lago
es el ruido del arroyo
y la recta traza su curva
en los infinitos puntos.
La muerte es todos los días
todos los días la vida.
La doble cara se tuerce
en muecas de espanto y placer.
Nada es fuera de esto.
Y el límite no se muestra
a ningún prisionero corporal.
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