Buscamos la lluvia para redimir los haces vertiginosos del engaño, las máscaras de los días muertos. No vi ningún sitio en la montaña más que aquellas rocas castigadas por los vientos, rojizas como sangre reseca. Cada tanto alguna mata espinosa. Aridez. La llama extinta clama contra el cielo. ¿Acaso la energía no es una, una la mano que nos eleva sobre nuestras vértebras y nos arroja al vacío? El periplo del héroe es tan cierto como el áspero olor que hoy exhalan las paredes de la casa. La lluvia sólo es un intervalo. Juego irónico del inocente a punto de caer. A veces lava los cráteres de la carne. O hace una mueca sobre la tierra abierta. Y empapa el cerebro de agonías. Tal vez tengamos una noche silenciosa.
Me aboco a mi fuente interior. En el túnel abismal buceo en este relámpago de tiempo y emerjo en el impulso inicial de vida para respirar de nuevo. Es este ir y volver el eje que me sostiene.
30/10/12
MUROS EXTRAÑOS
Estuve buscando mis manos
mucho tiempo.
Hoy suelo recorrer paisajes con muros
atestados de signos extraños.
Los huesos hallaron diferentes castigos
pero nunca el mar
ni más razones que las del necio
que aúlla tempestades.
Comienzo a cubrirme de hierba buena
de ojos que anuncian sitios ignotos.
A veces corro a hundir la cara
en la tierra más abyecta.
Pero vuelven mis pasos hacia el agua
y lavo mis pies-peces.
Ondulo como aguaviva
me eternizo en las mareas
y diluyo las hebras de mi lengua.
Tal vez el reino de la ballena
me reciba algún día
con su boca demorada
en la soledad oceánica.
O ya no pertenezca
y sacuda mis árboles al viento
y la tormenta me despoje
de mis hilos primarios.
Tal vez un día
ya no mastique
y mis ojos sólo busquen el sol
un punto en el cosmos
donde nacer nueva.
Etiquetas:
Poema del libro La ferocidad y el cielo
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