Están en el bar. Combaten con el
pasado. Escuchan sus voces antiguas y sus gestos se transforman. El regreso sin
límites. Un agua de la que no volverán. Rasgan la cotidianeidad como quien tira
joyas por la ventana, en recepción de su ser. El desprendimiento y el olvido
del mundo. O las breves traiciones de la memoria que deleita sus manos en los
labios entreabiertos. Es la inocencia de míticos campos suspendidos entre frase
y frase. Pero el mozo llega y trae la cuenta. Hay que pagar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario