El poema es inútil hasta el fondo de la cara
ruge sus
palabras sin apuntar cuerpos.
No tiene
arma para silenciar los pasos.
Ya no es
ningún asesino.
Engendro
manos sin versos ni páramos.
Los frutos
revientan en los veranos sus dulzores
sin que
nadie cante un salmo para el cielo
en los
atardeceres del agua quieta.
Qué fusión
se produce en los sitios azules
cuando todo
late a través de una sola mirada
y se
conjuga la hipnosis del fuego
en los
huesos que mañana volverán a ser.
Países de
injurias y extenuados amores
las bocas que
atemorizan o retroceden
hacia la
oscuridad. Los perros
no
entienden su lengua escarchada.
Y la
semilla siempre llega a la tierra.
Cítricos
días de humedad bajo el sol de los árboles
danzan el
rito de las amapolas,
las
ciudades submarinas mudas de siempre.
Y en los
bosques aúlla el silencio del campo.
Sólo es
clarividente la hoz
o esos
troncos de la casa eterna.
Los coihues
de misterios lacustres
no llorarán
las palabras de la montaña,
esfinge
extrema habitada por pájaros.
Ningún arma
de luz te penetra
y vivís en
el fuego y en el agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario